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Ejercicios para pensar la escena de la música alternativa
26/04/2019

Hablar de una escena de la música alternativa exige sin dudas una serie de ejercicios que no se agotan en la posibilidad de un artículo. Sin embargo es un intento que hay que hacer si vemos necesario visibilizar el recorrido realizado para encontrar caminos posibles para el desarrollo. Les propongo en este artículo comenzar con 3 primeros ejercicios, a sabiendas que hay muchos más.

El primer ejercicio es histórico, implica ver la escena no como una foto estática sino como un continuo en un tiempo. Trasciende generaciones y, a pesar de que vivimos en el mundo de lo presente e inmediato, conecta eslabones y permite transferir, compartir y potenciar expresiones de diversos tiempos. No podemos pensar en una escena de la música alternativa actual sin conectar con el trabajo de Luis Días, Xiomara Fortuna, Toné Vicioso, Duluc, Irka Mateo, entre otros, que con la investigación dedicada en épocas de mucho ataque a la identidad, profundizaron en los sonidos viscerales de la isla profunda y los fusionaron con lenguajes nuevos y novedosos en la era sin internet. Su permanencia en el tiempo y su obra actual da más sentido a la búsqueda y a la necesidad de reconocer su referencia en la escena.

Tampoco hay que obviar una generación que, aprovechando la apertura y las facilidades de nuevos medios, conocieron e incorporaron lenguajes de la música contemporánea global como el rock y el pop y, sin perder el acento dominicano, crearon un capítulo especial en lo que hoy se llama alternativo. La perseverancia de grupos como Toque Profundo, la consolidación del metal dominicano, y una cantidad de discos que permanecen como referencia del sonido de músicos que luego fueron recorriendo otros caminos, son hitos que apoyan la comprensión de este devenir. El momento actual nos deja ver la riqueza y diversidad rítmica sonora y estética de un centenar de proyectos que empujan a diario por generar obra, ofrecer experiencias y existir a lo largo del tiempo. Bajo este gran paraguas de “lo alternativo” parecen caber géneros y estilos disímiles, artistas de distintos orígenes y búsquedas, propuestas que coquetean con lo mainstream y experimentaciones que no suenan en ninguna radio pero viajan en avión a cada rato.

Tal menjunje explosivo de sabores y colores diluye un poco la posibilidad de delimitar. Y de eso se trata el segundo ejercicio. Definir entonces qué es hoy la música alternativa dominicana. La propuesta es pensarla más allá de lo netamente musical, salir de la búsqueda de un género estilo instrumentación o poética, sino pensarnos como un fenómeno de apertura cultural, de reivindicación de identidades y de diálogo con una industria que ya hace años ha puesto el foco en lo distintivo de cada cultura. En lo étnico. En los sentires y expresiones que parten desde las raíces y logran incorporar y jugar con los más amplios lenguajes de la música. Un fenómeno que podemos ver fuerte y productivo en países como Argentina, México o Colombia y que más allá de algunos casos excepcionales como el de Juan Luis Guerra, todavía República Dominicana debe, puede y tiene mucho más con qué aprovechar. Prefiero hablar, como lo dice la introducción del libro “Una Isla es Un Universo: Bianuario de la Música Alternativa Dominicana 2016/2017” de esta escena como una propuesta alternativa al encasillamiento, al enajenamiento y al confort de lo establecido. Una energía musical que empuja y trasciende, y más que ocupar espacios ajenos crea el suyo propio. La música que busca sin reglas ni prejuicios, crea sin fórmulas y con respeto, construye en comunidad y de manera colaborativa. Rescata la identidad en lo sonoro, y en lo literario abre el panorama de discursos proponiendo nuevas formas de decir el amor, la vida, el conflicto, la historia. Nuevas formas de decirlo todo jugando con los lenguajes del mundo. Me arriesgo a pensar que esto excede a la música y se ve reflejado en el nuevo cine dominicano y en la literatura. Y funciona, claro que funciona, como ejemplos, miren el caso Vicente García, echen un vistazo a Mula, piensen la convocatoria que tiene Riccie Oriach. Quizás tres casos modelos para mostrar la amplitud de públicos y nichos a donde apuntar. Pero hay muchos más.

El tercer ejercicio es asumir el ecosistema, ver su potencial y reconocer su fragilidad. Una cantidad limitada de venues con condiciones aceptables para sonar música en vivo, y con apertura a escuchar lo que no conocen. La necesaria apuesta en la incertidumbre de algunos medios de comunicación amigos, principalmente digitales, que a pesar de su difícil existencia siguen retratando y relatando lo que ocurre en esta escena. La imposibilidad a veces económica, a veces ideológica, a veces inconsciente, de sonar la música en las radios dominicanas y el consecuente desconocimiento de lo que aquí ocurre por parte de muchos comunicadores de lo mainstream. La dificultad de los promotores y productores de eventos de arriesgarse a construir nuevas referencias artísticas. Esto ocurre en la industria en general, no es algo dominicano, faltan cazadores de talentos y lo que hay más son productores capaz de montar eventos-experiencias subiéndose al tren de lo que algunos artistas, a veces, muy pocas veces, logran construir desde la autogestión: sus fans. Un sector público que destina recursos a la formación de nuevos talentos con excelencia, pero aún no ha logrado generar condiciones para el desarrollo, profesionalización e inserción laboral de los mismos. Un sector privado de marcas que, por suerte, con cierto temor, pero con la certeza de que algo está ocurriendo, comienzan lentamente a acercarse a la escena buscando aliar su imagen a lo distintivo dominicano. Figuras o roles de la industria de la música que tardíamente están apareciendo en la escena: managers, relacionistas públicos, equipos técnicos, administradores. Tanta falta que hacen, quedan invitados todos a sumarse.

Y claro, el eje visible y protagónico de este ecosistema: artistas y público. Artistas que piensen en construir un público genuino, real, que conecte con su esencia, y eso se logra con trabajo creativo y sostenido, saliendo a tocar, generando presencia, conociendo a quienes se acercan, no solo creando y grabando canciones. Y un público que aproveche las experiencias que se están ofreciendo y sea capaz de construir nuevas referencias, mirando a su alrededor, se anime a diversificar gustos, ampliar horizontes y acompañar la carrera de los talentos dominicanos a lo largo del tiempo. Porque la música que hacemos, escuchamos y legitimamos, representa y refleja lo que somos y anticipa lo que seremos en el futuro. Alternativa hay, habrá que darle calor

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